Cuentan la historia que un humilde hombre llamado Luciano Bravo, de la comunidad de la SOLEDAD, del Cantón Junín, en el centro de Manabí, hacía viajes de LA SOLEDAD a Charapoto, para ir a comprar sal en las salinas de las playas de San Jacinto y San Clemente.
Luciano se dedicaba a llevar la sal al lomo de burros y en unos de los tantos viajes, caminaba por la playa de San Clemente, cuando de repente tropezó con un caracol, lo recogió, pero él lo arrojó al suelo. Pero Luciano siguió su camino y después de un trecho otra vez se encontró con el caracol, y se dio cuenta que por la parte de atrás del caracol era floreado, pero como el camino era tan largo para llegar a su casa y él a pie, guiando burros, mejor lo arrojó al suelo porque a la distancia pesaba. El caminante siguió su camino pero de nuevo se encontró con el caracol por tercera vez, pero esta vez Luciano se intrigó, entonces lo recogió y se lo guardó en la alforja que solía llevar, al llegar a la casa, le dio el caracol a su hijo pequeño para que jugara. El niño se dedicó a jugar en el patio de la casa, pero el niño jugó tanto que se quedó dormido en el portal de la vivienda junto al caracol. La madre del niño lo subió en brazos y lo acostó en la cama, dejando abajo el caracol.
Mientras tanto Luciano Bravo había salido a entregar sal y cuando llegó, pasó por el cuarto que hacía de dormitorio y pudo darse cuenta que el caracol estaba en el altar de los santos y comentó con su mujer, al niño le gustó el caracol que le traje que lo ha dejado en el altar. Entonces la mujer de Luciano Bravo le pregunto -¿Cómo en el altar? - la mujer le dijo a Luciano Bravo que ella subió al niño, porque se había quedado dormido abajo y que ella no vio ningún caracol. Entonces el marido sorprendido se lo contó a la mujer de la forma que lo había encontrado, pero está no le dio importancia al caso. El marido tomó el caracol en presencia de la mujer y lo arrojó por una de las ventanas de la casa.
Después de un rato, Luciano Bravo entró nuevamente al cuarto y él sorprendido, el caracol estaba ahí en el cuarto nuevamente en el altar, entonces Luciano Bravo le preguntó a su mujer, ¡que si ella subió a la casa al caracol! - ella le dijo que no y que no podía ser el niño porque aun seguía durmiendo y que en casa no había nadie más.
Entonces los esposos asustados, decidieron tomar el caracol, lo limpiaron, le sacaron la arena y lo secaron bien. Al estregar los bordes del caracol notaron que como una sombra se veía dibujando un niño con la mano en la boca y por la parte posterior del caracol era de color floreado y brillante.
Fue suficiente, para que los esposos creyeran que se trataba de algo sobrenatural y divino por lo que lo dejaron en el altar para adorarlo. Pasaron los días, meses y un águila voló por el mar, y la sombra dejo de ser tal y se había convertido en un niño en bulto, entre los dos bordes del caracol. Los esposos dueños del caracol conversaron con familiares y amigos, los mismos que con frecuencia visitaban la casa, llevados por la curiosidad.
El Niño Caracol, transcendió muy lejos y los creyentes comenzaron a encomendarles favores y se comentaba que se veían milagros a la vista.
La noticia llego a oídos del cura párroco de Calceta Dr. José Maria Pinto, él mismo que pidió que se lo llevaran para conocerlo. Los dueños se lo llevaron y el señor cura dijo que era cosa sagrada y que lo veneraran, para lo cual colocó una cruz con un Cristo sobre el caracol.
Cuentan los mayores y los hombres ancianos que la fama del Niño Caracol, por sus milagros creció y por lo tanto también aumenta los ingresos económicos.
Un señor de apellido Andrade de la zona de Chone adinerado y poderoso, ordenó a sus fieles peones que lo raptaran al Niño Caracol, que ya entonces ya andaba en un nicho. El señor lo ordenó pero todo el poder del apellido Andrade, el Niño Caracol fue llevado a su hacienda, a órdenes del amo y patrón, mientras que los dueños se quedaron llenos de pesar. Al tercer día del rapto del Niño Caracol, el ganado del hacendado se le comenzó a morirse por manadas y el patrón a quedarse ciego. El poderoso amo, atribuyó un castigo del niño por lo que se le había hecho y aterrorizado ordenó que inmediatamente lo fueran a entregar a sus dueños. Como se lo llevaron al niño caracol a sus dueños, el ganado dejó de morirse y el amo recobró la visualidad. El Niño Caracol tiene mucho creyentes, en todos los rincones de Manabí, le ofrecen velorios y milagros de plata. Para llevar al Niño Caracol a un velorio en cualquier lugar, hay que solicitarlo con mucha antelación. De antemano hay que ir al sitio La Soledad para inscribirse para que el mayordomo autorice su procesión o velorio.
- En la actualidad llega el Niño Caracol a 8 centímetros, y ya es más visible. En la campaña manabita se dice que fue hallado hace unos 150 años, tiempo durante el cual ha adquirido divinidad. Al niño caracol se le atribuyen muchos castigos y milagros.